Para muchos, y con justa razón, el litio es considerado el nuevo “oro blanco” debido a su papel clave en las baterías de los vehículos eléctricos. Es más, sólo en el último tiempo, su precio se multiplicó por cinco. América Latina produjo alrededor de un tercio del litio mundial. Es esta una nueva bonanza para la región, los expertos dicen que no, necesariamente.
Según una publicación de Milenio, el denominado “triángulo del litio”, donde se encuentran la mayoría de los recursos de América Latina, ofrece lecciones reveladoras. De las tres naciones que lo comprenden, Chile y Argentina están muy avanzados en su explotación, mientras Bolivia tiene dificultades para arrancar en este proceso.
“Argentina definitivamente se destaca por encima de sus pares para atraer grandes inversiones en la extracción de litio”, dice Emily Hersh, directora ejecutiva de Luna Lithium en Nevada. La ejecutiva agrega que “Argentina ha tenido varias inversiones por un monto cercano a los 1,000 millones de dólares, esto en los últimos ocho a doce meses”.
Los mineros de litio fueron atraídos por las políticas favorables a los inversores del gobierno del expresidente Mauricio Macri y los gobiernos de provincia a favor de la minería también fueron de ayuda, dicen desde Luna Lithium. Sin embargo, en Bolivia, la historia es diferente. El país tiene potencial: el salar de litio más grande del mundo y las reservas probadas más grandes. Pero los sucesivos gobiernos le otorgaron al Estado un papel central en la explotación del litio.
El litio es difícil de explotar. Altamente reactivo, no se extrae en estado puro. Es complejo y costoso extraerlo. “Una nueva mina suele tardar entre seis y ocho años para ponerse en marcha”, dice PJ Juvekar, jefe de investigación de materiales de Citi. Además, Chile disfrutó de un régimen estable y es, por mucho, el mayor productor de litio de América Latina.
Las dos empresas del país, la estadounidense Albemarle y la chilena SQM, están aumentando sus inversiones. “Nuestro acuerdo de arrendamiento se acerca a un reparto del margen bruto al 50% con el Estado y las comunidades locales”, dice Stefan Debruyne, director de asuntos externos de SQM.
La experiencia pasada en América Latina sugiere que una política de litio exitosa implica un régimen estable con un reparto justo de los ingresos que proporcione un incentivo a las compañías privadas. Sin embargo, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, tiene otras ideas. “Vamos a crear una compañía (estatal) mexicana para el litio… se trata de nuestra soberanía”, dijo.
El riesgo a largo plazo puede ser que el litio de México nunca llegue a explotarse. El gobierno de Joe Biden ofrece incentivos para producir litio en Estados Unidos y si los precios globales se mantienen altos, habrá un impulso para diversificar la producción.
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